Robert de Langeac
La vida oculta en Dios
Puede haber contemplación feliz y contemplación dolorosa, y, a veces, esta última ocultará en parte los fenómenos místicos. Pero parece que incluso en la contemplación dolorosa hay conciencia de la unión, al menos en la más alta cima del alma, pues sin eso los Santos no podrían soportar la carga de sufrimiento que Dios les impone.
Parece que no hay Santo canonizado en quien no se haya reconocido esta acción mística de Dios. Podemos desear la acción directa de los dones del Espíritu Santo, en el sentido de que obligan al alma al máximo ejercicio de la caridad.
Muchos autores previenen, con razón, contra lo sensible en los consuelos espirituales, pero no han de incluirse en esta desconfianza los consuelos superiores con tal de que no nos adhiramos a ellos.
Cabe vivir habitualmente en presencia de Dios sin que los dones del Espíritu Santo se muevan conscientemente como tales y sin que sea necesario que tengamos unas luces especiales de las cuales nos demos cuenta.
Pero también la inversa puede ser verdadera. Yo diría entonces que cabe ser contemplativo sin ser muy virtuoso y que cabe ser virtuoso sin ser todavía contemplativo. ¡Depende de tantas cosas! ... De las facultades alcanzadas por la acción de Dios, de la réplica del temperamento, del carácter, de la voluntad…