terça-feira, 7 de maio de 2013

MATERNIDAD ESPIRITUAL

Robert de Langeac
La vida oculta en Dios

Dios da al alma interior, su Esposa, una verdadera fecundidad espiritual. Hay en el mundo algunas almas que le están unidas por el mismo Dios y a las cuales debe de alimentar como una madre alimenta a sus hijos. No es necesario que conozca a estas almas para que ante Dios las tenga ella a su cargo. Sin embargo, a veces, cuando El lo juzgue oportuno, Dios hará de modo que el hijo y la madre se encuentren. Ese encuentro será para los dos un gozo profundo, totalmente espiritual y de corazón.
El alma interior no puede comunicar la vida divina sino del modo como el Padre la comunica al Hijo, y el Hijo al Espíritu Santo. La carne no entra aquí para nada, y nada hay para ella. Lo que nació del Espíritu es Espíritu y debe seguir siéndolo.

En los orígenes de las familias religiosas hay siempre un alma que vive sobre las cumbres cerca de Dios. Por lo común caen sobre ella las dificultades en tan gran número como las gotas de una lluvia tempestuosa o los copos de una borrasca de nieve. Pero el amor que guarda ella en su corazón más fuerte que todo. Y así, lo que debía abatirla, la levanta. Lo que debía extinguir su llama, la reaviva. El obstáculo se convierte en medio. La ruina es el comienzo de la prosperidad. Cobra entonces todo su impulso y recorre en derechura su camino, atrayendo y arrastrándolo todo tras de sí.