sábado, 15 de dezembro de 2012

La esperanza que engendra el abandono


Robert de Langeac
La vida oculta en Dios



¿Cómo no íbamos a tener en el fondo del corazón una esperanza invencible?

Todo el poder de Dios está puesto a nuestro servicio para conquistarlo a Él mismo.

Cuantos menos derechos tengo, más espero. No merezco nada, por eso lo espero todo. Porque Tú, Dios mío, eres bueno.

Nuestra verdadera dicha está escondida en lo que Dios nos da que hacer o que sufrir en el momento actual; buscarla en otra parte es condenarse a no encontrarla nunca.

Lo que dios quiere de nosotros es el abandono filial y lleno de confianza. Apartad de vuestro espíritu toda preocupación por el presente y por el porvenir, y, por tanto todo lo que pueda impedirle ocuparse de Dios actualmente. No toméis las cosas por lo trágico; basta con que las toméis muy en serio. De ordinario, no son
tan negras ni tan blancas como parecen. Poned mesura en todo. Pensad que la Providencia conduce todo suaviter et fortiter, apoyándose unas veces en la primera palabra y otras en la segunda. Haced como Ella; no tenemos mejor modelo.

En cuanto a vosotros, tomad las cosas en el punto en que están sin volveos atrás.
Dejad el pasado al pasado. Id derechos al deber presente.

Repetíos sin cesar la frase de San Pablo:

Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman. Amad, pues, a Dios, o al menos tened un sincero deseo de amarlo; eso basta. Conservad la paz. Nada podemos más que bajo la dependencia de Dios. Nuestra dicha y nuestra grandeza consisten en tenerlo todo de Él. Yo le digo a menudo mi alegría de no tener ningún derecho sobre Él, pues si lo tuviera, no le debería tanto a su misericordia. Me encanta pensar que no me debe nada. Si yo tuviera algún derecho, no podría ser tan audaz, no estaría tranquilo.

Nuestro Señor os dará su amor, pero quizá no de la manera que os imagináis. Es mucho más sencillo. No esperéis nada sensible... Os transformará, pero poco a poco. No os preocupéis en absoluto de las pruebas del porvenir. Vivid al día.

Hallad vuestra dicha en lo que tengáis que hacer o que soportar hoy.
Verdaderamente que ahí está, aunque no la paladeéis.

No os preocupéis de la cantidad de sufrimientos que Dios haya de enviaros. No serán más que sufrimientos. Haced los sacrificios que se presenten hoy, lo mismo mañana y así sucesivamente.

No queráis la perfección de un solo golpe. No es ésa la manera habitual de proceder de Dios. Lucha lenta, paciente, progresiva. Esos esfuerzos darán sus frutos como prueba de amor para con Nuestro Señor. Los darán poco a poco, paulatinamente. No os desaniméis ante la inmensidad del trabajo. No se trabaja bien cuando se agita uno so pretexto de que hay mucho que hacer.