§ V. — El pecado venial revelado por el purgatorio
¡Tinieblas en medio de las cuales todo es impalpable, lúgubre, objeto de espanto! Angustias semejantes a las del asfixiado que en vano busca el aire, del enfermo que se revuelve y se agita sin encontrar un momento de reposo. Largos años de desesperación de un prisionero completamente aislado en su calabozo. Desgarramiento del corazón por el remordimiento, peor aún que el desgarramiento de nuestra carne. Todos estos efectos puede sentirlos el alma separada del cuerpo, del mismo modo que siente aquí abajo los que recibe por los agentes naturales.
No ha creado Dios el Purgatorio para que sirva de amenaza sin efecto. Tampoco ha instituido las indulgencias para asegurarnos la impunidad.Ignoramos la naturaleza de las penas que se nos impondrán, la duración de los sufrimientos y la aplicación que Dios ha de hacer de esas indulgencias. La incertidumbre en que voluntariamente nos deja con respecto a todo esto es una terrible advertencia.
El Purgatorio es una revelación del pecado venial. Siendo Dios la justicia misma, no habría de castigar una falta más de lo que se merece. Las penas del Purgatorio hacen estremecer a nuestra sensibilidad y deberían más bien iluminar nuestras conciencias. Abandonados a nuestras solas deducciones, jamás hubiésemos comprendido la importancia de la oposición con Dios y el desorden que supone un pecado venial. El testimonio del Purgatorio convence mucho más que todas las razones.
Y, sin embargo ¡Dios ama a esas almas a las que hace sufrir tanto! ¡A algunas de ellas las ama ciertamente aún mucho más que a otras a quienes ha llevado ya a gozar del Cielo!... Mas... ¡deja cumplirse la ley de expiación!
Es tan justa esta ley, tan noble el soportarla, que las almas del Purgatorio no querrían, a ningún precio evitarla. Comprendiendo a fondo la malicia del pecado venial, lo aborrecen y lo persiguen hasta en su mismo ser a costa de los más terribles dolores.
¡Ah si les fuese dado volver a la tierra para empezar una nueva vida! ¡Si le fuese permitido expiar como aquí abajo! ¡Qué mortificaciones, qué interminables oraciones bastarían a su deseos de penitencia! ¡Con qué cuidado no evitarían hasta la sombra de pecado!
La gran pena de las almas del Purgatorio es indudablemente sentirse alejadas de Dios y el no serle agradables. Repentinamente iluminadas han presentido su infinita bondad ¡Con los brazos abiertos, la mirada desolada, el corazón enamorado, se sienten apasionadamente impulsadas hacia Él; expiando con este amor doloroso las leves injurias hechas al amor desconocido! Verdad que indiferencia es ya causa suficiente para merecer este castigo. Nos enseña S. Alfonso de Ligorio que hay en el Purgatorio como unacárcel de honor para las almas que sin haber cometido ninguna otra falta, no hayan amado bastante.
Sirviéndonos del lenguaje humano, tan imperfecto para expresar esta clase de cosas, podemos decir que Dios sufre al castigar así a esas almas queridas y detenerlas alejadas de sus paternales abrazos; ¡puesto que en ese mismo momento las ama más de lo que pueden querer todos los corazones dé todos los padres y todas las madres reunidos!... Evitar a Dios esa pena, esa obligación esa espera ¡qué noble motivo para huir del pecado venial! Las almas delicadas lo comprenden: el amor del sufrimiento expiatorio es su natural conclusión.
Desagradar a Dios y verse rechazadas por El, por culpa propia, en el momento en que debiera verificarse la reunión, ¡es un motivo que sienten vivamente las almas que aman de veras!