domingo, 28 de outubro de 2012

Mortificación del corazón

Robert de Langeac
La vida oculta en Dios



Dad vuestro corazón a Jesús cada vez más. No esperéis para eso a ser perfectos.

No, dádselo ahora. No busquéis voluntariamente ningún consuelo. Dios, que os conoce y que vela sobre vosotros, os dará los que necesitéis in tempore oportuno.

Dios no quiere que procuréis el ser amado y el saberlo. Os lo concederá por añadidura, pero cuando ya no lo deseéis. Mientras tanto, quiere que lo busquéis a Él sólo, siempre por todas partes, en todo, especialmente en la humillación.

No busquéis nada sensible; no es sólido. Estamos compuestos de una parte espiritual y de una parte sensible; pero lo que sucede en la segunda es de orden absoluta. No debe contar prácticamente. Dios es espíritu. Solo importa, pues, lo espiritual. Si lo que le decís nada os dice, no importa. Continuad, con tal de que Él esté contento.

Más bien es, preciso temer las emociones sensibles en la vid espiritual, porque son emociones agradables.  Se cree uno virtuoso. Se apega uno a ellas, porque son emociones agradables. No las pidáis, no las deseéis. No os adhiráis a ellas nunca.

El amor sensible proviene del conocimiento sensible. ¡Si pudierais comprender la diferencia que hay entre el mismo amor natural de Jesús y el amor sobrenatural, el verdadero amor de caridad! Suponed un alma que, sin haber recibido la Gracia, hubiese amado a Nuestro Señor sobra la tierra únicamente porque Él era hermoso y bueno... Es algo de orden absolutamente distinto. Lo sensible debe ser mortificado, eliminado, para dejar sitio a lo espiritual. Fijaos en San Juan de la Cruz: no sólo quiere que se renuncie a lo sensible, sino, incluso, en los afectos espirituales, a la alegría sentida por si misma. Sobre la tierra, no hay proporción entre nuestro conocimiento y nuestro amor. Por eso es por lo que se puede amar más de lo que se conoce. Debe bastarnos con saber que Dios es Infinitamente amable y que se le ama cumpliendo su voluntad. El conocimiento sensible es secundario, pero podemos figurarnos a Nuestro Señor de tal o de cual manera; depende de las imaginaciones. En cuanto al conocimiento intelectual, San Juan de la Cruz dice, y es verdad, que no tenemos sobre Dios más que unas ideas toscas, pero mientras Dios no nos dé luces infusas, tenemos que servirnos de ellas aunque sepamos sobradamente que son toscas. Pues nosotros no somos espíritus puros.