Nota do blogue: Agradeço a um amigo leitor o envio do texto. Dios te bendiga!
Lacrimae
Hace ya más de treinta años que deseo la dicha única: la Santidad. El resultado me da vergüenza y miedo. “Siempre me queda el hecho de haber llorado”, ha dicho Musset. Yo no poseo otro tesoro; pero es tanto lo que he llorado que, en ese sentido, soy rico. Cuando uno muere lo único que importa son las lágrimas que hemos llorado y las que hemos hecho llorar a otros, vale decir, un capital de beatitud o de espanto. En las lágrimas seremos juzgados porque el Espíritu de Dios es siempre “llevado sobre las aguas” (Gen. I, 2).
Esto es lo que le deseo, querido Rouault. Quisiera que se hallara en un mar de llanto a los pies del Señor. Quare tristis es anima mea… ¿Por qué estás triste alma mía y por qué me conturbas? Spera in Deo. Leyendo este sublime comienzo de la Misa, cuántas veces he derramado esas lágrimas que valen más que los cánticos y que instalan el corazón en los prados del Paraíso.
Hombres como usted son los que Dios busca. Quaerens me, sedisti lassus… Buscándome te has sentado, extenuado. Déjese hallar yendo delante dese Pastor… Entonces él lo hará llorar de tal modo, que casi no podrá sufrir más.
Extracto de una carta de León Bloy a Georges Rouault (El Invendible, 2 de oct. 1904)