LA REINA CELESTIAL
(10 de Mayo de 1939 - Pio XII)
Saludamos cordialmente a los recién casados, que siempre vemos en gran número formando una corona en torno a Nos en estas audiencias públicas: el saludo es tanto más cordial cuanto que lo alegra la grata circunstancia de este mes de mayo que la piedad del pueblo cristiano ha querido consagrar particularmente al culto de la Virgen Santísima.
Vosotros, amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a éstas un carácter esencialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de felicidad. Pues os garantizamos la consecución de todo esto en la devoción a María.
Tantos títulos tiene María para ser considerada como lo patrona de las familias cristianas y tantos tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.
María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes: la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el Hijo de Dios.
María Santísima participará por eso con su corazón misericordioso en las necesidades de vuestras familias, y traerá a. éstas el consuelo de que se sientan necesitadas en medio de los inevitables dolores de la vida presente: así como bajo su mirada materna les hará más puras y serenas las dulzuras del hogar doméstico.
Todo más cuanto que la Santísima Virgen no se limita a conocer por experiencia propia las graves necesidades de las familias, sino que, como Madre de piedad y misericordia, quiere de hecho venir en ayuda de ellas.
Felices y benditos de veras aquellos esposos que inician su nuevo estado con estos propósitos de filial y confiada devoción a la Madre de Dios, con el santo programa de establecer su nueva familia sobre este indestructible cimiento de piedad, que lo penetrará todo para trasmitirse luego, como preciosa herencia, a los hijos queridos que Dios les quiera conceder.
Pero no olvidéis, amadísimos hijos, que la devoción a la Virgen, para que pueda decirse verdadera y sólida y por lo tanto portadora de preciosos frutos y gracias copiosas, debe estar vivificada por la imitación de la vida misma de Aquella a la que os gusta honrar.
La Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de virtudes domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges cristianos.
En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo, amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones:
En Ella la entrega completa y continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y sobre todo del querido Jesús.
En Ella la humildad que se manifestaba en la amorosa sumisión a San José, en la paciente resignación a las disposiciones ¡cuántas veces arduas y penosas! de la Divina Providencia, en la amabilidad y en la caridad con cuantos vivían cerca de la casita de Nazaret.
¡Esposos cristianos! Que vuestra devoción a María pueda constituir un manantial siempre vivo de favores celestes y de felicidad verdadera: favores y felicidad de los que queremos que sea prenda la paterna Bendición, que de corazón os impartimos.
(Retirado do blog: Signum Magnum)
PS: Grifos meus.