sexta-feira, 26 de abril de 2013

DIOS Y EL ALMA SE ENCANTAN MUTUAMENTE/ NADA GUSTA TANTO A DIOS COMO UN ALMA QUE SE IGNORA A SÍ MISMA

Robert de Langeac
La vida oculta en Dios


DIOS Y EL ALMA SE ENCANTAN MUTUAMENTE

Tú amaste al alma, Dios mío, le comunicaste tu Vida, la embelleciste. Y el alma se te parece ahora hasta la confusión. La has encantado. Pero ella, a su vez, te encanta. Y ahora estáis como misteriosísimamente unidos por unos vínculos que no se ven con los ojos del cuerpo ni con los de la imaginación, que tampoco se cogen con las manos y que, sin embargo, son muy reales, muy dulces y muy fuertes. Atracción libre e irresistible que os mantiene vueltos uno hacia la otra, mutuamente unidos, arrobados, prendados una del otro. Y el alma se da cuenta de que te envuelve con su dulce influencia, del mismo modo que ella misma se siente totalmente penetrada por la tuya, ¡oh Dios mío!

¿Quién podrá decir, Dios mío, la profundidad y el poder de tal encanto? Nada se le escapa. Invade todo el ser, osaríamos decir que hasta los tuétanos. Es una divinización ab intra. Se diría que tu ser, que, sin embargo, no puede mezclarse a nada, se convierte en el mismo ser del alma. Ésta comulga -o mejor, tal vez, es comulgada- en tu plenitud. Es la dicha insondable, la paz, la alegría, la fuerza, la seguridad, la luz, el calor, la vida. Es todo. Es más que todo. Está por encima de todo. Te vemos desde dentro. Te poseemos. Te saboreamos. Somos Tú mismo.

Todo ello basta para morir. Y, sin embargo, no es más que una aurora, más que un comienzo. El horizonte se dilata. Son perspectivas infinitas y seguras. El presente da a manos llenas. Parece agotar el poder de dicha del alma. ¡Y, sin embargo, el porvenir dará todavía más!

NADA GUSTA TANTO A DIOS COMO UN ALMA QUE SE IGNORA A SÍ MISMA

Nada te está oculto, Dios mío. No se te escapa ninguno de los movimientos de un alma que te ama. Se diría que estás totalmente ocupado en acechar la más ligera manifestación de su amor hacia Ti. Ya puede envolverse en la discreción y en la modestia como en un velo para casi ocultarte, para ocultar a todos y a si misma lo poco que hace por Ti, según le parece a ella; es tiempo perdido. No hay velo para Ti, Dios mío. El esfuerzo que realiza para guardar su secreto aumenta el encanto de su afecto. Nada te gusta tanto como un alma que busca el silencio, que se ignora a sí misma y no quiere agradar sino a Ti. Se convierte en el objeto de tus complacencias. Atrae tus miradas. Atrae, sobre todo, a tu Corazón. Le amas. Se lo dices. Y le das en mil ocasiones pruebas evidentes de tu amor. ¡Alma bendita entre todas, quién dirá tu felicidad!